Apenas pasa un día sin que llegue a las noticias alguna violación de
los derechos de las mujeres. En los últimos meses, horrorosos episodios
de violencia contra mujeres y niñas, que han ocurrido desde Nueva Delhi
hasta Johannesburgo y Cleveland, han provocado la indignación pública y
dado pie a reclamos de que se ponga fin a estos espantosos abusos.
En Bangladesh y Camboya, la escandalosa pérdida de vidas de
trabajadores del sector textil, muchas de ellas mujeres, desató un
debate mundial sobre cómo garantizar empleos seguros y decentes en
nuestra economía globalizada. En Europa sigue dando lugar a titulares el
impacto desproporcionado que han tenido los recortes de austeridad
sobre las mujeres, así como el uso de sistemas de cuotas para que las
mujeres ocupen puestos en las juntas corporativas.
Aunque las mujeres han logrado verdaderos avances, los hechos nos
recuerdan continuamente que todavía queda mucho por hacer para hacer
realidad la igualdad entre hombres y mujeres.
Cuando firmaron la visionaria Declaración del Milenio en el año 2000,
las y los líderes mundiales reconocieron que la discriminación y la
violencia contra las mujeres y las niñas son omnipresentes. Entre los
ocho Objetivos de Desarrollo del Milenio incluyeron el que se refiere a
promover la igualdad de género y el empoderamiento de las mujeres.
Estos objetivos tienen fecha de cumplimiento en 2015, por lo que
ahora estamos en una carrera para alcanzarlos. También nos encontramos
en medio de un diálogo mundial acerca de lo que debería reemplazarlos.
Ha llegado el momento de que las mujeres salgan de los márgenes y pasen
al centro.
En una nueva agenda de desarrollo posterior a 2015, debemos
aprovechar los logros de los ODM y a la vez evadir sus carencias. Todas y
todos están de acuerdo en que los objetivos han impulsado avances para
reducir la pobreza y la discriminación, y promover la educación, la
igualdad de género, la salud y el acceso al agua potable y el
saneamiento.
El objetivo de la igualdad de género y el empoderamiento de las
mujeres hizo un seguimiento de los avances en materia de matriculación
escolar, participación de las mujeres en el trabajo remunerado y el
porcentaje de mujeres en el parlamento, y atrajo la atención mundial al
tiempo que estimuló la implementación de medidas diversas. Permitió
exigir la rendición de cuentas a los gobiernos, movilizar los recursos
necesarios, fomentar la promulgación de nuevas leyes, la ejecución de
políticas y programas y la recopilación de datos.
No obstante, hay omisiones manifiestas. Es notorio que falta una
referencia a la erradicación de la violencia contra mujeres y niñas.
Otros asuntos fundamentales también están ausentes, por ejemplo, el
derecho de las mujeres a ser propietarias de bienes y la división
desigual de las responsabilidades domésticas y de cuidado de la familia.
Al no abordar las causas estructurales de la discriminación y la
violencia contra las mujeres y las niñas, el progreso hacia la igualdad
se ha detenido. De todos los ODM, el que ha obtenido un menor progreso
ha sido el ODM 5: reducir la mortalidad materna. El hecho de que este
sea el objetivo más difícil de alcanzar es una prueba de la profundidad y
el alcance de la desigualdad de género.
A fin de impulsar un avance mayor, ONU Mujeres propone la adopción de
un objetivo independiente que aborde el logro de la igualdad de género,
los derechos de las mujeres y su empoderamiento, que se apoye en los
derechos humanos y afronte las relaciones de poder desigual. Concebimos
tres áreas que requieren medidas urgentes.
En primer lugar, poner fin a la violencia contra las mujeres y las
niñas debe ser una prioridad. Desde la violencia sexual en los
campamentos de Haití, Siria y la República Democrática del Congo, hasta
la violencia a manos de un compañero sentimental en los Estados Unidos y
otros países, esta violencia causa daños físicos y psicológicos
incalculables. Se trata de una de las violaciones más generalizadas de
los derechos humanos y acarrea costos inmensos para las personas, las
familias y las sociedades.
En segundo lugar, mujeres y hombres deben tener igualdad de
oportunidades, recursos y responsabilidades para que la igualdad sea una
realidad. Es preciso abordar con renovada urgencia la paridad del
acceso a la tierra y el crédito, a los recursos naturales, la educación,
los servicios de salud, incluidos los de salud sexual y reproductiva,
el trabajo decente y la igualdad de remuneración. Se necesitan
políticas, como las referidas al cuidado de los niños y la licencia
maternal o paternal, que alivien la doble tarea de las mujeres con
trabajo remunerado, para que mujeres y hombres puedan disfrutar de
igualdad en el trabajo y en el hogar.
Y en tercer lugar, es preciso escuchar las voces de las mujeres. Ha
llegado el momento de que las mujeres participen en pie de igualdad en
la toma de decisiones en el hogar, en el sector privado y en las
instituciones de gobierno. A pesar del progreso alcanzado en los últimos
años, las mujeres ocupan sólo el 20 % de los escaños parlamentarios y
el 27 % de los cargos judiciales. Para que la democracia sea
significativa e inclusiva es preciso amplificar las voces de las mujeres
y su liderazgo en todos los ámbitos, públicos y privados.
Toda nueva agenda para el desarrollo debe apoyarse en acuerdos de
derechos humanos ya firmados por los gobiernos. Esto incluye la
Convención sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación
contra la Mujer, la Plataforma de Acción de Beijing de 1995 y las
resoluciones de las Naciones Unidas, entre las que se encuentra el
reciente acuerdo de la Comisión de la Condición Jurídica y Social de la
Mujer sobre la eliminación y prevención de todas las formas de violencia
contra mujeres y niñas.
Hay abundantes pruebas de que los países donde las mujeres tienen una
condición más elevada también disfrutan de mejores niveles de desempeño
social y económico. También hay pruebas que pueden orientar a los
países sobre lo que en efecto funciona, desde las políticas equitativas
en el mercado laboral, hasta la eliminación de leyes y políticas
discriminatorias, la universalidad de los servicios de protección social
y los servicios sociales, así como las reformas de los sistemas de
seguridad y justicia para poner fin a la impunidad de la violencia
contra mujeres y niñas. El activismo de los movimientos de mujeres en
todo el mundo ha sido fundamental para exigir e impulsar los cambios en
todas estas áreas.
Las deliberaciones para dar forma a la agenda para el desarrollo
posterior a 2015 ofrecen una oportunidad auténtica para impulsar cambios
duraderos en materia de derechos e igualdad de las mujeres. Un objetivo
mundial fuerte puede llevar a nuestras sociedades al punto de inflexión
de rechazar la violencia y la discriminación contra las mujeres y las
niñas, y desplegar el potencial de la mitad de la población, para que
podamos tener un mundo más pacífico, justo y generoso y un planeta
sostenible.
Lakshmi Puri, Jefa interina de ONU Mujeres y Subsecretaria General de las Naciones Unidas