Equidad de Género Pereira

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Pereira, Risaralda, Colombia
Equidad de Género de Pereira en el departamento de Risaralda, Colombia, busca promover los derechos de las mujeres, superando la discriminación, previniendo los fenómenos de violencia y fortaleciendo los procesos de organización y participación en la ciudad de Pereira.

domingo, 4 de octubre de 2015

El derecho de las Mujeres a una vida libre de violencias


La violencia de género como violencias cotidianas.

Velázquez, Susana (2003). Violencias cotidianas, violencias de género. Escuchar, comprender, ayudar. Paidos. Buenos Aires.

Tanto las mujeres como los varones suelen ser objeto y sujeto de violencia, aunque la situación de subordinación social de la mujer favorece que ésta se transforme, con mucha mayor frecuencia, en la destinataria de violencias estructurales y coyunturales. Podemos enterarnos de la violencia cuando invade el ámbito público mediante la crónica policial o cuando se establece una norma de visibilidad de los hechos violentos, considerados como “naturales”, en la que se entremezclan lo “público” – la violencia como realidad que padecen las personas- y lo privado –la intimidad de las personas violentadas. La narración la vuelve ostentosa, casi obscena cuando promueve una hipertrofia del escuchar y del ver.

Esta exposición pública cambia de lugar a la violencia y la introduce en la vida de quienes la miran o la escuchan como un hecho más. Así, domesticada y convertida en objeto que se puede tolerar y consumir, la violencia queda neutralizada, anulándose, en muchas personas, su carga negativa y la censura, o se recurre a mecanismos de evitación o rechazo como forma de eludir el malestar que provoca ver y escuchar sobre hechos violentos.

Los mitos y estereotipos conforman el imaginario social acerca de los hechos de violencia contra las mujeres, este imaginario, señala Eva Giberti (1989) “responde a la dinámica de complejos procesos sociales que, en forma de ideologías, privilegian determinados valores, opacando o postergando otros, proponiendo o defendiendo distintas éticas que se autodefinen como las únicas y las mejores”. Este imaginario social actúa sobre el imaginario personal, transformando la ideología que lo promueve en pensamientos  y acciones inmutables y excluidas de todo cuestionamiento.

Estas creencias persisten y se reproducen por consenso social y perpetúan una eficacia simbólica que opera como la verdad misma, se minimizan o se niegan los hechos de violencia considerándolos “normales” “habituales”, se desmienten las experiencias de la mujer y se desvía la responsabilidad de los agresores. 
Se descontextualiza a las personas violentadas considerándolas singularidades aisladas que deben permanecer en el secreto y el silencio. Un silencio que por un lado, ejerce la sociedad, y por otro, las víctimas, desmintiendo los mecanismos sociales de producción y reproducción de las violencias cotidianas. 
Plantearse la necesidad de un saber comprometido y responsable permitirá elaborar diversos modos de acercamiento y apoyo a las personas agredidas para impedir su exclusión psicológica y social.



Violencias y género.

Definición de Naciones Unidas 1993: “es todo acto de violencia que tenga o puede tener como resultado un daño o sufrimiento físico, sexual y psicológico para la mujer, inclusive las amenazas de tales actos, la coacción o la privación arbitraria de la libertad, tanto si se producen en la vida pública como en la vida privada”

Definición de Convención de Belem Do Pará, OEA, 1994: “La violencia contra la mujer es cualquier acción o conducta, basada en su género, que cause muerte, daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico a la mujer, tanto en el ámbito público como en el privado”.

La palabra “violencia” indica una manera de proceder que ofende y perjudica a alguien mediante el uso exclusivo o excesivo de la fuerza. Deriva de “vis”: fuerza. El mismo origen etimológico tienen las palabras violar, violento. “Violentar”significa ejercer la violencia sobre alguien para vencer su resistencia, forzarlo de cualquier manera a hacer lo que no quiere.
Sin embargo, centrarse en el uso de la fuerza física omite otras violencias en las que ésta no se utiliza y que se ejercen por imposición social o por presión psicológica (violencia emocional, invisible, simbólica, económica), cuyos efectos producen tanto o más daño que la acción física. Estas diferentes formas de violencia se evidencian y estudian a partir de los estudios de género que permitieron identificarlas y vincularlas con pautas culturales y sociales diferenciales para varones y mujeres.
La omisión se puede comprender como una estrategia de la desigualdad de género: si las violencias se consideran "invisibles" o "naturales" se legitima y se justifica la arbitrariedad como forma habitual de la relación entre los géneros. Definir la violencia contra las mujeres implica describir una multiplicidad de actos, hechos y omisiones que las dañan y perjudican en los diversos aspectos de sus vidas y que constituyen una de las violaciones a sus derechos humanos.



Qué es la violencia de género y por qué se ejerce mayoritariamente sobre las mujeres?: la violencia, entonces, es inseparable de la noción de género porque se basa y se ejerce en y por la diferencia social y subjetiva entre los sexos. Enfocar el estudio de la violencia sin tener en cuenta al género lleva a un callejón sin salida. 
El género implica una mirada a la diferencia sexual considerada como construcción social (Mary Nash, 2001). Nash propone considerar al género como una interpretación alternativa a las interpretaciones esencialistas de las identidades femeninas y masculinas, estas no son producto de la naturaleza sino una construcción social. 

El concepto de género va a situar a la organización sociocultural de la diferencia sexual como eje central de la organización política y económica de la sociedad. El discurso de género de este nuevo siglo a pesar de su posibilidad de adecuarse a los cambios socioculturales, no se funda aún en el principio de igualdad. Y esta desigualdad es una de las causas centrales de la violencia.

Desde el psicoanálisis, Dio Bleichmar (1985:38) destaca que el concepto de género va a responder al agrupamiento de los aspectos psicológicos, culturales y sociales de la feminidad/masculinidad, y se diferencia del de sexo porque éste está definido por componentes biológicos y anatómicos. Resalta el carácter significante que las marcas de la anatomía sexual adquieren para los sujetos a través de las creencias de la cultura.

El centro de la definición de género se va a asentar en la conexión integral de dos proposiciones: el género es un elemento constitutivo de las relaciones sociales basadas en las diferencias que se perciben entre los sexos, y es una manera primaria de significar las relaciones de poder. El género es un campo en el cual, o a través del cual, se articula y distribuye el poder como control diferenciado sobre el acceso a los recursos materiales y simbólicos. El género está involucrado en la construcción misma del poder (Scott, 1993)
Desde estas perspectivas que comprometen los aspectos psicológicos, sociales y culturales de la diferencia entre los sexos y revelan la forma en que se distribuye el poder, vamos a interpretar a la violencia.

Efectos psicosociales.

Violencia de género: abarca todos los actos mediante los cuales se discrimina, ignora, somete y subordina a las mujeres en los diferentes aspectos de su existencia. Es todo ataque material  y simbólico que afecta su libertad, dignidad, seguridad, intimidad e integridad moral y/o física. Si interrogamos a la violencia ejercida y basada en el género, se hacen visibles las formas en que se relacionan y articulan la violencia, el poder y los roles de género. La asunción acrítica y estereotipada de estos roles genéricos llevará al ejercicio y abuso de poder y esto determinará una desigual y diferencial distribución de poderes generando otra de las causas centrales de la violencia de género. Son violencias cotidianas que se ejercen en los ámbitos por los que transitamos día a día.
Uno de los principales efectos de las violencias cotidianas contra las mujeres es la desposesión y el quebrantamiento de la identidad que las constituye como sujetos. La violencia transgrede un orden que se supone que debe existir en las relaciones humanas. Se impone como un comportamiento vincular coercitivo, irracional, opuesto a un vínculo reflexivo que prioriza la palabra y los afectos que impiden la violencia. Es una estrategia de poder que imposibilita pensar y que coacciona a un nuevo orden de sometimiento a través de la intimidación y la imposición que transgrede la autonomía y libertad del otro.
Uno de los fenómenos más traumáticos producto de la violencia y estudiado por la psicología, el psicoanálisis y los estudios de género es el fenómenos de la desestructuración psíquica: perturba los aparatos perceptual y psicomotor, la capacidad de raciocinio y los recursos emocionales de las personas agredidas impidiéndoles, en ocasiones, reaccionar adecuadamente al ataque.

Datos de UNIFEM confirman que la violencia fe género es un problema de salud pública, destacando que esa violencia es un obstáculo para el desarrollo económico y social porque inhibe la plena participación social de las mujeres. Los efectos de las lesiones corporales y psíquicas comprometen severamente su trabajo y creatividad. Las consecuencias de la violencia sobre la salud física son, entre otras, enfermedades de transmisión sexual, embarazos no deseados, abortos espontáneos, dolores de cabeza crónicos, abuso de drogas, alcohol, discapacidad permanente o parcial. Las consecuencias para la salud mental son el estrés postraumático, depresión, desórdenes del sueño y de la alimentación y resultados fatales como el homicidio y el suicidio.

Hay que considerar estrategias de prevención para combatir y erradicar la violencia de género, centrándose en las causas profundas del problema a fin de ofrecer apoyo y asistencia específica. Será necesario organizar espacios para la sensibilización de la comunidad en esta problemática, para el conocimiento de los DDHH (derechos humanos), para la capacitación de los profesionales, de los medios de comunicación y funcionarios de salud, justicia, policía, educación, etc  y para promover el funcionamiento de servicios especializados de asistencia, prevención e investigación en violencia de género.

















Sobrevivir a la violencia: los alcances de una crisis.
La crisis y sus elaboraciones constituyen un modo de existencia de la subjetividad. Dos acepciones de la palabra crisis: 
1- Indica dificultad, riesgo, peligro, la crisis provoca una ruptura en la continuidad del ser y en sus relaciones con el medio. En las personas que padecen violencia, el equilibrio psíquico con el que podían contar con anterioridad a un ataque se quiebra. La crisis desencadena vivencias de padecimiento, temores, fantasías específicas que pueden promover, en la persona violentada, el riesgo de enfermarse.

2- La otra acepción de crisis es la que pone de relieve el cambio, la decisión, la oportunidad. Implica el análisis crítico y reflexivo de los hechos que la desencadenaron. Crisis significa entonces ruptura de un equilibrio anterior y la búsqueda de un nuevo equilibrio que la misma situación crítica desencadena. Ésta puede dar lugar a diferentes formas de resolución en el contexto de la violencia: desorganización psíquica (arrasamiento de la integridad psíquica) , mecanismos de sobreadaptación, procesos de transformación (darle sentido a lo padecido y reestablecer la continuidad entre el pasado y el futuro mediante la comprensión del presente).

La noción de crisis comprende: 1- el impacto que produce el hecho violento que la desencadenó y 2- el trabajo que debe realizar el yo para su resolución.
En las crisis desencadenadas por acontecimientos traumáticos, el aparato psíquico es invadido por cantidad de estímulos para los que no está preparado, tomando por sorpresa al yo y provocando su desborde y generando fenómenos desorganizativos del psiquismo. A la víctima le sucedió algo que su experiencia previa y su disponibilidad psíquica no le permiten procesar por la masividad del estímulo.



Efectos en la subjetividad.

Los efectos de la violencia dependerán para la resolución de la crisis, de una serie de factores que se articulan en forma variable: tipo de agresión padecida, tiempo de duración de la agresión, gravedad de la agresión, personalidad previa al ataque, apoyo familiar y social.
La mujer agredida experimenta, posteriormente al ataque, un incremento de la ansiedad y la angustia. Se siente insegura, con rabia y miedo, humillada y avergonzada por el hecho de agresión en que estuvo involucrada contra su voluntad. Manifiesta desconfianza, malestar consigo misma y los demás, se siente culpable, duda de las actitudes que tuvo antes o durante la situación de violencia y tal vez hasta crea que ella la provocó.

La mayoría de mujeres atacadas muestran a posteriori una marcada disminución de la autoestima y de la confianza en sí mismas. La posesión por parte del agresor, de lo que es propio de la mujer (el cuerpo, la sexualidad, la privacidad) la hace sentir pasivizada, burlada, con mucha "rabia". Sentimiento de humillación. Según Giberti, la vergüenza opera en el imaginario como un ordenador psicológico y social del género mujer, siendo considerada una cualidad femenina constitutiva de la subjetividad.

En algunos casos recibirá el apoyo y la comprensión a los que tiene derecho, pero en otros, la agresión física y/o sexual de la que fue objeto promoverá comentarios y críticas que convalidan que estos hechos ocurren cuando las mujeres no se ajustan a los estereotipos femeninos.
La adhesión acrítica al imaginario que justifica los actos de violencia contra las mujeres, culpabiliza a la mujer agredida generando un efecto paradójico: falta vergüenza allí donde debería haberla y se extrema la vergüenza en la mujer que fue violentada.

Defensas y recursos de las mujeres.

El bloqueo afectivo producto de un suceso de fuerte carga traumática, hace que estas mujeres no muestren enojo, tristeza, ni lloren, sino simplemente informen. Otras, rechazan u olvidan algunos momentos del acto violento, la presencia de armas o las maniobras físicas del agresor, otras niegan lo sucedido y actúan como si no les hubiera pasado a ellas. Los mecanismos psíquicos que pueden implementar algunas mujeres atacadas son procesos defensivos que tienden a evitar el desarrollo de ideas y afectos intensamente displacenteros. Los mecanismos defensivos, que tienen por finalidad la reducción urgente de las tensiones que surgen frente a peligros de la realidad externa e interna, actúan cuando aparecen situaciones conflictivas  como los hechos violentos.
Las mujeres agredidas disponen además de los  mecanismos defensivos, de otros recursos que utilizaron antes o durante el ataque: persuasión, chantaje emocional, seducción, promesas, son maneras de aferrarse a la idea de vida y sentir que se puede tener controlado el peligro, son medios para lograr el reaseguro y autovaloración.





Los caminos de la crisis.

La crisis promovida por la violencia puede orientarse por lo menos en dos direcciones: en una predomina la autocompasión, el sufrimiento y el dolor que pueden llevar a conductas depresivas o a conductas vindicativas que si persisten a lo largo del tiempo paralizan a la mujer en el lugar de víctima. La otra vía impulsará a que los afectos implicados en la crisis se reorganicen y promuevan con el tiempo, la reflexión crítica sobre la situación violenta y sus efectos (pasaje de una mujer pasivizada por el sufrimiento a ser una mujer dispuesta a implementar una actitud crítica frente a éste, el juicio crítico cuestionará la injusticia de la que fue objeto e irá promoviendo una actitud reflexiva acerca de lo que originó la crisis).

El juicio crítico posibilita objetivar la situación e integrar lo que pasó con lo que ahora se piensa y siente, de modo de lograr un mayor control sobre sí y sobre los efectos de la violencia.

Transitar la crisis con estos componentes significa adquirir un sentimiento de autonomía que permitirá desprenderse de las representaciones del acto violento y del agresor, diferenciarse y tomar decisiones. En el caso contrario, la mujer quedará atrapada en la resignación y el pasivo acomodamiento a los estereotipos femeninos de indefensión y vulnerabilidad.

Para la desvictimización de las mujeres resulta eficaz un proceso que promueva, como dice Giberti, que en lugar de aceptar pasivamente la experiencia de la violencia, ésta se desatribuya, lo que significa poder expulsar de sí lo nocivo y perjudicial. Poner en marcha el juicio de desatribución, significa conectarse de distintas formas con la experiencia vivida. La crisis debe ser pensada como cambio, decisión y oportunidad, es un estado de transición que estimula situaciones de cambio: de ser víctima pasiva y sufriente a ser sujeto activo y crítico de las condiciones que determinaron la violencia.

La palabra, el diálogo significativo con otro, proveerá a las mujeres agredidas, de espacios protegidos y continentes en los que se puedan incluir tanto el dolor, el resentimiento, el odio y la venganza como la autonomía, la autoafirmación y los deseos de recuperación.

Las EPS subsidiadas o contributivas, por la Ley 1257 deben atender desde la salud mental, el alojamiento, transporte y alimentación a las mujeres víctimas de la violencia de sus parejas, exparejas y/o de cualquier otro tipo de agresor que incurra en cualquiera de los cinco tipos de violencia que tipifica la ley: violencia física, psicológica, sexual, económica y patrimonial.